miércoles, 14 de julio de 2010

Efectos del destrozo climático en Caniculandia I. El mendigo faltón.

En una calle secundaria de Caniculandia -las principales, ya se sabe, están donde siempre, mientras que las secundarias pueden ser cualquiera- un mendigo insulta a los viandantes. De rodillas hincado frente a la puerta de un supermercado, comparte tajo con otros dos menesterosos de allende las fronteras. Tiene la mano tendida al respetable y unas monedas roñosas se distinguen sobre una palidez casi nívea. Gasta perilla y greñas. Altivo y solemne, observa con desprecio a quienes sólo soportan el calor. Y cuando pasa por delante alguien en pantalón corto le insulta sin clemencia: '¡MARICOOON, ponte pantalón de hombre!' El detalle es que en Caniculandia casi todo el mundo enseña las piernas en mayor o menor porcentaje, y siendo una hora en la que la calle es bastante transitada por los caniculinos, las diatribas son constantes, llenando con sus imprecaciones estentóreas el bochorno de la mañana. Incluso hubo quien le dio limosna.

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