miércoles, 14 de julio de 2010

Efectos del destrozo climático en Caniculandia II. No llores por mí Argentina.

Hay en mi barrio una señora muy bien vestida que se pasea con un taburete de plástico verde por la calle, desafiando los rigores del verano caniculense. Es muy vieja y viste ropa ligera y un gorrito blanco incongruente con su estilo por lo vulgar. De vez en cuando se detiene, se sienta sobre el taburete y canta 'No llores por mí Argentina' muy bajito pero con sentimiento. No repara si su parada entorpece el tránsito por las aceras más bien angostas de las calles de mi barrio, que es de los antiguos. Pero nadie le llama la atención; la sortean como pueden e incluso he visto prototipos de maruja descender a la calzada con carrito de la compra y todo. Algo tiene esta mujer que infunde respeto sobre sus semejantes. Creo que es su naturalidad o lo venerable de su aspecto lo que desconcierta a la parroquia engreída. Pero hace unos días comprendí lo que sucedía. La señora no pasea sola; la acompaña un hombre también viejo y venerable, bien vestido aunque calzado con unas chanclas de plástico que cubren unos pies ya hartos cubiertos por unos calcetines muy gruesos. El hombre tiene cara de buena persona aunque sus ojos son tristes. Camina muy despacito porque ya le debe pesar la vida, pero camina. Ella lo hace más rápido porque tiene las piernas más ágiles y algo más de fuerza, pero debe estar pendiente del hombre para ofrecerle el taburete cuando se cansa y como siempre le saca unos metros de distancia, suele sentarse a esperarlo mientras canta 'No llores por mí Argentina' muy bajito, para no molestar.

No hay comentarios: