martes, 26 de mayo de 2009

Mercadotecnia post mortem

Igual cuando me muera, alguien encuentra en algún cajón perdido de la casa que deje vacía alguno de los cuentos que he escrito a lo largo de mi vida, porque ni yo sé dónde están y me da pereza buscarlos. Es posible que ese alguien esté relacionado y vea en ellos la posibilidad de conseguir algunos dinerillos. Es sencillo colocar textos cuando su autor ya no está para impedirlo. Igual las mesas de novedades en los grandes almacenes se llenan de mis obras y hasta alcanzo la fama aunque ya no pueda disfrutarla y, en vida, haya abjurado de todo lo que supusiese dar la cara en público. Es posible, incluso, que me eleven a la categoría de clásico y sea referente para futuras generaciones de escritores con ansias de cariño global. Mis obras serán como los restos de un naufragio que quedan a disposición de quien los encuentre, aunque me esté pudriendo en el fondo del mar, matarile, rile, rile. Y puede ser que quien les saque partido se haga millonario y pueda pasar el resto de sus días agradeciendo el azar el haber encontrado una mina en el lugar menos sospechado. Ahora estoy a tiempo de joderle el negocio, destruyendo todo lo que he escrito, pero como ya he dicho, me da pereza buscarlo. Así que mejor que le aproveche.
Por cierto, ¿alguno de los que ahora llora la pérdida de Antonio Vega, se preocupó en vida del músico por cómo se machacaba las venas, deambulaba como un espectro por homenajes compasivos y, sobre todo, componía las que han sido sus mejores canciones? No recuerdo haber visto en los estantes destacados de los grandes almacenes esas obras, y menos aún que se le prestara la atención que merecían en radios, televisiones y periódicos. En vida era uno más y necesitaba la pasta para existir. Tampoco recuerdo que se le permitiera cantar sus nuevas canciones en espectáculos de masas organizados por los guardianes de la ortodoxia creativa. Y ese crucifijo sobre el féretro: ¿Es que creía en Dios? En fin.

2 comentarios:

Irene Cuevas dijo...

Ya veo que has desempolvado la pluma. Me alegro muchísimo.Siempre es un placer leerte.

Joseda dijo...

Yo era uno de ésos a quienes Antonio Vega no les importaba un carajo. Me alegro de no dedicarme a la venta de discos, porque en ese caso ahora tendría que estar llorando por las esquinas y escribiendo sentidas necrológicas mientras se edita el box de grandes éxitos. En fin, saludos.