miércoles, 13 de mayo de 2009

El tiempo y la muerte de una disquería

Y una caña (de cañaveral). Esta tarde me había propuesto escribir algo. Tantos años regalando el esfuerzo a asuntos triviales merecían un acto de sedición. Pero tenía el cerebro acartonado y ni Robe Iniesta con su poesía de arrabal, ni Depeche Mode y su épica de iglesia lograban estimularme. Y mira por dónde, encuentro un clásico enterrado bajo unos cuantos cedés de música clásica: 'Anthem of the sun', una delicadeza psicodélica de los atomizados Grateful Dead. Si mis conocimientos no me traicionan, creo que es el segundo trabajo del grupo, que data de 1968, más o menos, y es un lujo. Además, este es uno de esos discos que dan sentido a la demencia que caracteriza al amante de la música, pues lo encontré en la liquidación de una disquería de Benidorm, pasto de la mediocridad rampante. Allí todo estaba a tres euros y el tío de la caja, seguramente el dueño, cobraba con un rictus de amargura, pensando quizás que cada cedé que vendía era un jirón de vida, un paso más hacia la nada. Confieso que me dio pena, y en un arrebato de compasión decidí no comprar demasiados para concederle unos días más de esperanza. Ahora escucho las trompetas que suenan en 'Born cross-eyed' y se me antojan los clarines anunciando el final de la corrida. Ni me acuerdo cómo se llamaba la tienda, qué más da. Todo conduce al ciberespacio tutelado por la medianía.

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