lunes, 26 de octubre de 2009

Miseria

¿Por qué no ayudé a aquella mujer greñuda, desdentada y consumida cuando me alargó su mano arrugada suplicando unas monedas? Es la pregunta que me hago desde que tuve el encuentro hace unos días. Estúpidamente, maldije mi suerte por que el azar la cruzara en mi camino y ahora su imagen persiste en mi recuerdo como una condena. Y pienso en aquellas ilusiones, proyectos y esperanzas que hubo de tener alguna vez o que quizás tenga aún; y en qué habrá en su intimidad; si habrá alguien quien la espere o sólo sea la soledad su compañera; en si compartió su vida con alguien; si fue madre, porque ya no lo es... Quizás no le di limosna para sentirme tan miserable como ella, para sufrir deliberadamente el dolor que me produce saber que hay quien no tiene nada, que toda una vida se pueda resumir en un deseo de muerte, que de nada sirve optar al progreso si hay quien nos ata al pasado. Sé que mi dolor no resolverá su necesidad, pero al menos me sirve de redención.

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