jueves, 29 de octubre de 2009

Corruptio

Lo que más me fascina del corrupto es su capacidad para convivir con la falta. Sólo el delincuente es plenamente consciente de su delito; alberga la esperanza de que no se pueda demostrar y, por tanto, eludir la justicia, pero me pregunto cómo es capaz de conjurar el demonio de la culpa cuando se enfrenta a sí mismo en la intimidad. Creo que ese estadio de descomposición moral debe emanar de un trastorno emocional que convierte al que lo padece en un ser asocial. Si no, es inconcebible una interpretación más sublime de la perversión.

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