Ensoñaciones, delirios y tentaciones. Bocetos espontáneos que aspiran a hacerse mayores
viernes, 26 de junio de 2009
Mercadotecnia post mortem II
Otro ilustre que sumar a la estadística fúnebre, y todo el mundo a hacer el payaso. Rictus de dolor en las masas adocenadas que se concentran en santuarios añejos en busca de un segundo de fama. Minutos despilfarrados en medios de comunicación para glosar la figura de un tipo al que, no hace mucho, se le apuntaba con el dedo acusador de la justicia universal por airear impúdicamente sus extravagancias. Se frotan las manos los tenderos de la música, pensando en la cantidad de discos que van a vender a partir de ahora, e incluso aparecen obras inéditas que parecían esperar a la muerte para procurar beneficios. Lo malo es que este tío se haya largado al otro mundo justo cuando empiezan las rebajas; ahora tendrán que vender más barato los despojos de su legado aunque como serán muchos los que descubran la grandeza del fulano siempre se puede compensar la cuenta con el previsible volumen de ventas. Sería curioso saber cuántos discos del colega se vendían antes de que estirara la pata, aunque imagino que aún serían unos cuantos visto el furor que causó entre sus adeptos el anuncio de que iniciaría una gira mundial para cantar lo de siempre. Las entradas para 50 conciertos estaban ya vendidas y ahora tendrán que devolver el dinero o colocar una antología de sus vídeos. Veo en la tele a un gordo fuera de sí, aclamando al ídolo con gestos calculados. Qué será de este gordito frenético cuando sepa que si quiere ver al objeto de sus desmadres ya será enlatado y no vivo y bailando. Seguro que será uno de los que pasee su pena por las calles de su ciudad, lleve flores a algún improvisado memorial y se preste a esas vigilias esperpénticas de seres adocenados. En fin, que se joda. Que se jodan todos, porque la muerte no perdona ni al rey del pop, aunque ésta haya sido convocada deliberadamente, y quizás así sepan que la vida es mucho más interesante si no se la regalas a cualquier mortal. Aunque bien pensado, si la fama la alumbra el público, es lógico que esa gente lamente la desaparición de su engendro.
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